11 mar 2011

Oliver Boberg

El ámbito de la representación y la percepción de la realidad han sido dos de los principales argumentos de la historia del arte a lo largo de todas las épocas y, de manera especial, tras la llegada de la fotografía.
Con ella, la búsqueda de la perfección, tan ansiada por muchos creadores, encontró una solución que sin embargo, con el tiempo, se descubrirína que no era la deseada, pues la imagen fotográfica se corresponde con una manera de mirar, pero no necesariamente con la realidad.
De la misma manera que el criterio de semejanza en los siglos XVII y XVIII no era la mirada del artista sino los ideales de belleza que albergaban en su interior, el XIX conlleva disociar la percepción, el conocimiento y el mundo real, dando lugar al término realismo, tal y como los conocemos ahora.
Los divertimentos que surgieron a finales del siglo XIX, con la posibildad de manipular y combinar partes de distintos negativo, con los fotomontajes y otros procesos, han evolucionado hasta la actualidad ofreciendo la posibilidad de imágenes increíbles, en las que nos cuesta diferenciar entre lo que está manipulado y lo que no.


Oliver Boberg es otro ejemplo de artista que a partir de la fotografía crea sus proprias interpretaciones de la realidad y la ficción. 
Partiendo de la tradición alemana, de la nueva objetividad y de la Escuela de Dussendorf, lleva los principios de observación cientifica al campo del arte. Formado como pintor realista, pero frustrado por la ornamentalidad de sus pinturas que parecen manifestarse, Boberg volvió a la fotografía, tratando de crear representaciones infalibles del mundo sin renunciar a la satisfacción de la artesanía. Para ello, Boberg vaga por la ciudades y pueblos tomando instantáneas de los lugares comunes: edificios, carreteras, estacionamientos. Recoge los detalles de sus fotografias como guía en la producción de un modelo tridimensional de una estructura o lugar, una maqueta.
Influenciado por el cine y el engaño a pequeña escala de escenografías, Boberg trabaja como diseñador de escenarios, crea sus estructuras a partir de fotografías y tambíen de la memoria. 
Muy en sintonía con el hecho de que el producto final será una sola imagen, el artista construye sus etapas en miniatura, de tal manera que se puede entender desde un solo punto de vsta: el de su cámara.
Sus fotografías desafían nuestras concepciones sobre la naturaleza de la realidad, la memoria y el reconocimiento, y las hipótesis sobre el paisaje y la fotografía. Sus lugares están desiertos, son espacios de cemento, escenas familiares del espacio de la ciudad alienada y moderna, donde la vida humana brilla por su ausencia. Son lugares que reconoce todo el mundo en un instante, pero nadie sabe de dónde exactamente. Evocan recuerdos de las calles y plazas que se transitan con tanta frecuencia que están grabadas en nuestra mente como arquetipo.
En la obra Garteneingang (2001) por ejemplo, Boberg explora el paisaje de la metrópoli moderna sin alma. 
Su capacidad de evocar lo que se puede llamar un "modernismo genérico" reside esencialmente en la naturaleza siempre presente de estas formas aquitectónicas en las ciudades occidentales. Su atención por el detalle y la precisión extrema con la que recrea estos lugares y espacios decrépitos, recorda la dolorosa conclusión de que los simbolos del oeste de auto-idealización no son inmunes al tiempo.
Su credibilidad es por eso misteriosa e inquietante.















 Garteneingang, 2001

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Kleiner Slum 4, 2009
 
 
 
 











Kleiner slum 1, 2009








Rohbau II, 2003